El Viaje

TEMA 12 – El Padre bueno


Lucas 15,11-32
También les dijo [Jesús]: Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo a su padre:
-«Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde».
Y el padre les repartió el patrimonio. A los pocos días, el hijo menor recogió sus cosas, se marchó a un país lejano y allí despilfarró toda su fortuna viviendo como un libertino.
Cuando lo había gastado todo, sobrevino una gran carestía en aquella comarca, y el muchacho comenzó a padecer necesidad.
Entonces fue a servir a casa de un hombre de aquel país, quien le mandó a sus campos a cuidar cerdos.
Habría deseado llenar su estómago con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y se dijo:
– «¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me pondré en camino, volveré a casa de mi padre y le diré:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no merezco llamarme hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros”».
Se puso en camino y se fue a casa de su padre. Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio, se conmovió profundamente y, corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo cubrió de besos.
El hijo empezó a decirle:
– «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo».
Pero el padre dijo a sus criados:
– «Traed enseguida el mejor vestido y ponédselo; ponedle también un anillo en la mano y sandalias en los pies. Tomad el ternero cebado, matadlo y celebremos un banquete de fiesta,
porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir, se había perdido y lo hemos encontrado».
Y se pusieron a celebrar la fiesta. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando vino y se acercó a la casa, al oír la música y los cantos, llamó a uno de los criados y le
preguntó qué era lo que pasaba. El criado le dijo:
– «Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano».
Él se enfadó y no quería entrar. Salió su padre y le suplicaba, pero el hijo le contestó:
– «Hace ya muchos años que te sirvo sin desobedecer jamás tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para celebrar una fiesta con mis amigos.
Pero llega ese hijo tuyo, que se ha gastado tu patrimonio con prostitutas, y le matas el ternero cebado».
Pero el padre le respondió:
– «Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero tenemos que alegrarnos y hacer fiesta, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a vivir, estaba perdido y ha sido encontrado».


  • Guía de lectura

Vamos a escuchar la parábola más cautivadora de Jesús.  Sin duda la trabajó largamente en su corazón. Jesús nos invita a vivir su experiencia de un Dios bueno, que ofrece siempre su acogida y su perdón a todos.  Esta parábola puede transformar de raíz nuestra relación con Dios y nuestra convivencia con los demás.

  • Acercamiento al texto evangélico

.Introducción.  ¿Quién es el verdadero protagonista de la parábola? Por qué? ¿Qué título le pondrías tú a esta parábola ¿Cuál es el problema del padre?

.La actuación del hijo menor. ¿Por qué se marcha? ¿En qué consiste su verdadero pecado o error?  ¿Comprendes a un hijo que actúa así?

.Consecuencias de su vida desquiciada.  La parábola las describe con rasgos muy vivos. ¿Podemos comentar entre todos su grado de humillación, soledad y pérdida de libertad?

.Reacción del joven.  En la parábola se  señalan los pasos concretos que da el joven hasta volver a su casa: reflexión, balance de su vida, arrepentimiento, decisión, retorno… ¿Los podemos comentar entre todos? ¿Qué es lo más importante en su proceso? ¿Te parece una decisión fácil?

.Acogida del padre. ¿Cuál es la primera reacción del padre? ¿Podemos ir comentando entre todos cada uno de sus gestos? ¿Observas en algún momento una ternura maternal, poco habitual en un patriarca de Galilea? ¿Qué hace para que su hijo recupere  dignidad perdida? ¿Por qué organiza un banquete para todo el pueblo? ¿Es esta la manera ordinaria de acoger a los hijos huidos de casa? ¿Con qué palabra justifica el padre su actuación? ¿Qué te dicen a ti estas palabras?

.Rechazo del Hijo mayor.  ¿A qué se puede deber un rechazo tan frontal: envidia a su hermano, miedo a perder la herencia, desconfianza en el padre…? ¿Qué piensas de un hijo que “obedece” todas las órdenes, pero no sabe “amar” ni al padre ni al hermano? ¿Vive en familia o está lejos del hogar?

.Acogida del padre.  ¿Qué es lo que busca? ¿Cómo responde a la irritación de su hijo? ¿Por qué esa insistencia en “hacer fiesta” con todos sus hijos? ¿Te imaginas a Dios organizando el banquete, la música y el baile para celebrar una fiesta grande con todos sus hijos e hijas? ¿Qué sientes?

  • Comentario

Dios ofrece siempre su perdón
Algunos la siguen llamando “parábola del hijo prodigo” o derrochador, pero el verdadero protagonista del relato es un padre bueno que tiene problemas para mantener unida a su familia.  Unas veces porque el hijo menor se marcha de casa para vivir su aventura, otras porque el hijo mayor o quiere recibirlo cuando vuelve.  ¿Será esta la tragedia de la humanidad? ¿Será Dios el misterio de un Padre que busca con amor construir una familia humana feliz?

   Jesús conocía bien los conflictos que se vivían las familias de Galilea: discusiones entre padres e hijos, deseos de independencia de algunos, rivalidades entre hermanos por derechos de herencia.  Cuando Jesús comienza su relato, todos saben de qué está hablando.

   “Un padre tenía dos hijos…” El conflicto surge cuando el hijo más joven plantea una exigencia insólita: “Dame la parte de la herencia que me corresponde”. El padre no dice nada, respeta la sinrazón de su hijo y les reparte los bienes.  Los campesinos que le oyen tuvieron que quedar desconcertados: ¿qué clase de padre es este que no impone su autoridad? ¿Como puede consentir la desvergüenza de un hijo que le pide repartir su herencia antes de morirse  Como puede un padre perder así su dignidad?

   Repartida la herencia, el joven se desentiende de su padre, abandona a su hermano y se marcha a “un país lejano”.  Pronto, una vida desquiciada lo lleva a la destrucción.  Sin recursos para defenderse de un hambre severa, solo en medio de un país extraño, sin familia ni protección alguna, termina como esclavo de un pagano cuidando cerdos. Su degradación no puede ser mayor: sin libertad ni dignidad alguna, llevando una vida infrahumana en medio de animales impuros, sin poder alimentarse siquiera de las algarrobas que comen los puercos que cuida.

   Al verse en una situación tan desesperada el joven reacciona. Recuerda la casa de su padre, donde abunda el pan: aquel en su hogar.  No puede seguir por más tiempo lejos de su padre.  Su decisión es firma: “Volveré a casa de mi padre”.  Reconocerá su pecado. Ha perdido todos sus derechos de hijo, pero tal vez consiga ser contratado como jornalero.

   La acogida del padre es insólita.  Jesús la describe con rasgos inolvidables.  Aquel padre, que lo había visto marcharse de casa con tristeza, nunca lo ha olvidado.  El hijo podrá volver a casa en cualquier momento sin temor alguno.  Cuando un día lo ve acercarse hambriento y humillado, a padre se le conmueven las entrañas, “sintió compasión por él”, perdió el control y corrió al  encuentro de su hijo.

   La escena es increíble.  Jesús la recreó sin duda más de una vez en su corazón desde su experiencia de la bondad de Dios.  El padre le abraza con ternura sin dejar que se eche a sus pies, le besa efusivamente sin  temor a su estado de impureza.  Este padre no actúa como el patrón y patriara de una familia de Galilea: esos abrazos y besos entrañables delante de todo el pueblo son los gestos de una madre.  Interrumpe la confesión de su hijo para ahorrarle más humillaciones.  Ya ha sufrido bastante.  No necesita más explicaciones para acogerlo como hijo.

   No le importa castigo alguno.  No le exige un ritual de purificación.  No parece sentir siquiera la necesidad de manifestarle con palabras su perdón.  No hace falta.  Nunca ha dejado de amarlo. Siempre ha buscado su felicidad.  Él mismo se preocupa ahora de que su hijo se sienta bien.  Le regala el anillo de hijo, el mejor vestido de la casa y las sandalias de hombre libre.  Matarán el novillo cebado. Habrá un banquete para todo el pueblo, y música y baile en la plaza.  El hijo ha de conocer junto al padre la fiesta buena de la vida, no la diversión falsa que buscaba entre prostitutas paganas.  Al padre se le ve feliz.  Todo está más que justificado,  porque  “este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir, se había perdido y lo hemos encontrado”. Por fin podrán vivir en familia de manera digna y dichosa.

   Desgraciadamente falta el hijo mayor.  Llega del campo al atardecer.  Un día más ha cumplido con su trabajo. Al oír “la música y el baile” queda desconcertado. No entiende nada.  La vuelta del hermano no le produce alegría, como a su padre, sino rabia.  Irritado, se queda fuera, sin entrar en la fiesta.

   El padre sale a invitarlo con el mismo cariño con que ha salido al encuentro del hijo llegado de lejos.  No te grita ni le da órdenes.  No actúa como el patrón de una casa.  Al contrario, de nuevo como una madre le suplica una y otra vez que entre a disfrutar de la fiesta.

   Es entonces cuando el hijo mayor explota y deja a descubierto su ira.  Ha pasado toda su vida cumpliendo las órdenes del padre como un esclavo, pero no ha sabido disfrutar de su amor como un hijo.  Tal vez su vida de trabajo sacrificado ha  endurecido aún más su corazón.  Nunca se ha marchado de casas pero nunca ha vivido en familia, si su padre le hubiera dado un cabrito, habría organizado una fiesta, no con él, sino con sus amigos.  Ahora no sabe sino humillar a su padre tachándole de ingrato y poco generoso  “no me has dado  ni siquiera un cabrito” y denigrar a su hermano denunciando su vida libertina “ha malgastado tu patrimonio con prostitutas”. Este hijo sabe “obedecer órdenes”, pero no sabe “amar”. No entiende el amor de su padre hacia aquel miserable.  Él no acoge ni perdona.

   El padre le habla con ternura especial.  Desde su corazón de padre él ve las cosas de manera diferente.  Aquel desgraciado que ha llegado de lejos no es un depravado, sino “tu hermano”, un hijo “que estaba muerto y ha vuelto a vivir”.  Y él mismo, que no quiere entrar en la fiesta, no es un esclavo, sino un hijo querido que puede vivir junto a su padre, disfrutando y compartiendo todo con él.  El deseo más hondo de su corazón de padre es ver a sus hijos sentados en la misma mesa compartiendo amistosamente un banquete festivo.

   Jesús interrumpe aquí su relato. ¿Qué sintieron los que escucharon por vez primera este relato? Ciertamente no era esto lo que se escuchaba en el templo ni en las sinagogas.  ¿Es posible que Dios sea así? ¿Como un padre que no se guarda sus bienes para sí mismo, que respeta totalmente el comportamiento de sus hijos, que no anda obsesionado por su moralidad, que solo busca para para ellos una vida digna, fraterna y feliz? ¿Será esta la mejor metáfora de Dios: un padre acogiendo con los brazos abiertos a los que andan “perdidos” y suplicando a quienes lo escuchan que se acojan mutuamente como hermanos? ¿Será esto el “reino de Dios”? ¿Un padre que quiere conducir la historia humana hacia una fiesta final donde se celebre la vida, el perdón y la liberación definitiva de todo lo que esclaviza y degrada al ser humano?

   Jesús habla de un banquete abundante para todos, habla de música y de baile, de hijos perdidos que desatan la ternura de su padre y de hermanos llamados a acogerse. ¿Será esta la Buena Noticia de Dios? ¿Qué sintieron los padres que habían cerrado para siempre las puertas a sus hijos escapados de casa para vivir su propia aventura? ¿Qué experimentaron los que llevaban años lejos de Dios, al margen de la Alianza? ¿En que pensaron los que vivían cumpliendo fielmente los mandatos de la Ley, pero despreciaban a pecadores, recaudadores, prostitutas e indeseables? ¿Y que sentimos nosotros, seguidores de Jesús, que estamos escuchando esta parábola salida de su corazón?

  • Conversión personal
. ¿Qué siento ante la experiencia de este Dios Padre que Jesús quiere introducir en nuestro corazón y nuestra vida? ¿Sorpresa? ¿Alegría grande? ¿Agradecimiento a Jesús? ¿Pena por mi fe tan pequeña y rutinaria…?

.¿Quiero que este Padre sea el Dios que aliente mi vida entera? ¿El Dios que yo quiero comunicar y transmitir a otros con mis palabras y hechos? ¿Cómo puedo alimentar prácticamente este deseo?

.Conversación con Jesús.  Deja que te hable del Padre,  Exprésale tu agradecimiento.  Dile que hablarás a todos de ese Dios.

  • Compromiso en el proyecto de Jesús
.En los ambientes que conocemos,  ¿es este rostro de Dios Padre el que está grabado en el corazón de los creyentes, en la educación cristiana,  en la predicación…? Señala aspectos positivos y negativos.

.¿Cómo miramos a quienes se han marchado de la Iglesia? ¿Cuál es de ordinario nuestra actitud interior, juicios, trato…? ¿Pueden ver en nosotros un pequeño reflejo de cómo los mira y los quiere Dios? ¿Podemos acercarnos a alguno de ellos de manera más acogedora?


.¿Qué eco puede tener en nuestra sociedad, atravesada por enfrentamientos, conflictos y violencias de todo género, actualizar el mensaje de esta parábola del “padre bueno”? ¿Qué puede ser hoy entre nosotros este Dios? ¿Una noticia mala o buena? ¿Nos comprometemos desde este grupo a comunicar este rostro del Padre bueno luchando contra otras imágenes falsas?